jueves, 30 de mayo de 2013

¿Qué está pasando?

Ayuntamiento de Rivas. 11,30 de la mañana. En la puerta giratoria me cruzo con un nutrido grupo de empleados que salen a desayunar. La zona de atención al ciudadano se queda a medio gas. Espero pacientemente mi turno. Voy a notificar el cambio de cuenta bancaria para que me pasen al cobro mis impuestos, ya que no me han permitido hacerlo por teléfono, tal y como sugería en la carta que he recibido ayer.
He aquí que tampoco puedo hacerlo personalmente. La empleada me dice que este trámite debería haberlo hecho CON TRES MESES DE ANTELACIÓN. Le digo que es imposible, porque hace tres meses no vivía donde vivo ni tenía la cuenta bancaria que ahora tengo.
La cosa es que por haberme mudado y cambiado de banco, ahora me toca pagar cada impuesto personalmente, en la oficina de gestión tributaria, el día determinado que ellos me indiquen, de 9 a 2. Ah, y además pierdo la bonificación por domiciliación, que es del 5%. Así que pago más este año.
Cuando consigo articular palabra, les digo que me explique por qué. Me responde que SON LAS NORMAS. Y que si no estoy de acuerdo, que ponga una reclamación o que suba a la 2º planta, para que los "compañeros" de gestión tributaria me lo expliquen. Le digo que cuando me enfrento a un ladrón, no pongo una reclamación ni pido explicaciones, sencillamente llamo a la policía. Y me marcho, porque sé que si subo a la 2º planta la que va a acabar en un calabozo soy yo.
Ya he estado en Gestion Tributaria del Ayuntamiento en otra oportunidad. Allí te atiende una señorita en una mesa repleta de papeles, regada de migas del bollo de chocolate que se está zampando. Al lado, la taza de la infusión, y por todas partes carteles agresivos, reivindicando el "servicio público" que se está destruyendo. Entre la mesa y yo, una gorra roja pegada con celo, con unos cuantos centimillos dentro. Así piden limosna a los ciudadanos. Claman ayuda a los contribuyentes mientras les cuelan la pistola en la costilla. Así nos atienden los "servidores públicos" en el Ayuntamiento de Rivas. Y así nos aplican sus normas, en pleno siglo de Internet y de las comunicaciones instantáneas por vía telemática-informática. Así nos cobran los impuestos revolucionarios. Pero no son los únicos.
Llamo para dar de baja los servicios de mi antigua vivienda. El Canal de Isabel II me dice que si quiero darme de baja, son 40 euros, y que si prefiero cambiar la titularidad son 60. Que elija.
La compañía eléctrica me dice que, como están en proceso de cambio de empresa, que no reciben notificaciones de baja hasta dentro de una semana como mínimo. Que vuelva a llamar a partir del 5 de junio.
Y la compañía de gas me implora que no me dé de baja, que no renuncie a los servicios extras que tengo contratados, que me quede como estoy. Le digo que eso es imposible, que mi piso ya no es mi piso, que tiene otro propietario y que él sabrá lo que hace con su vida.
Me pregunto qué está pasando. Me pregunto a dónde vamos a llegar. Me pregunto qué tenemos que hacer. ¿Qué es lo "público" que se supone debemos defender porque nos pertenece a todos? Los consumidores y ciudadanos, indefensos ante el atropello de la Administración y la impunidad dela empresa privada, tienen alguna salida? Si la conocéis, por favor, decírmela. A mí ya no se me ocurren soluciones. Ni siquiera escapatorias.

martes, 21 de mayo de 2013

El rey sabio

Había una vez, en la lejana ciudad de Wirani, un rey que gobernaba a sus súbditos con tanto poder como sabiduría. Y le temían por su poder, y lo amaban por su sabiduría.
Había también en el corazón de esa ciudad un pozo de agua fresca y cristalina, del que bebían todos los habitantes; incluso el rey y sus cortesanos, pues era el único pozo de la ciudad.
Una noche, cuando todo estaba en calma, una bruja entró en la ciudad y vertió siete gotas de un misterioso líquido en el pozo, al tiempo que decía:
- Desde este momento, quien beba de esta agua se volverá loco.
A la mañana siguiente, todos los habitantes del reino, excepto el rey y su gran chambelán, bebieron del pozo y enloquecieron, tal como había predicho la bruja.
Y aquel día, en las callejuelas y en el mercado, la gente no hacía sino cuchichear:
- El rey está loco. Nuestro rey y su gran chambelán han perdido la razón. No podemos permitir que nos gobierne un rey loco; debemos destronarlo.
Aquella noche, el rey ordenó que llenaran con agua del pozo una gran copa de oro. Y cuando se la llevaron, el soberano bebió ávidamente y pasó la copa a su gran chambelán, para que también bebiera.
Y hubo un gran regocijo en la lejana ciudad de Wirani, porque el rey y el gran chambelán habían recobrado la razón.