lunes, 19 de diciembre de 2016

Robert Doisneau: La riqueza de lo cotidiano

"La belleza de lo cotidiano" se titula la exposición del maestro Robert Doisneau que se puede ver en la Fundación Canal, Plaza de Castilla, Madrid, hasta el próximo 8 de enero. Belleza - y riqueza, diría yo - de lo cotidiano. 




Un buen muestrario de lo que fue capaz de descubrir este artista del blanco y negro en sus 450.000 negativos. Doisneau escogió la insumisión como manual de estilo, se permitió miles de instantes de desobediencia, captó lo que quiso y como quiso, sin hacer caso a ninguna regla que no fuera su exquisita intuición. 


Las obras que se exponen son increíbles, se te abren los ojos como platos, se te descuelga la mandíbula y cuando lees algunos títulos, ya no puedes pedir más: "La tarjeta perforada", "Anarquitectura", "El náufrago solitario"... 



Más de un centenar de fotografías, resumen 45 años de trayectoria fotográfica, de la que confiesa:
“Me he divertido mucho a lo largo de mi vida construyendo mi pequeño  teatro”. 




Una foto se llama "la mirada oblicua" y creo que es su mejor definición. Si el resto del mundo mira de frente o de perfil, Doisneau mira oblicuo, cierra un ojo y atrapa los tesoros inalcanzables para el resto de los mortales. Y se divierte y denuncia y traspasa a sus personajes en cada retrato. 




Robert Doisneau es el autor de dos de las fotografías más reproducidas en el mundo, ambas incluidas en la exposición, Los panecillos de Picasso (1952) y El beso del hotel de Ville (1950), que precisamente no tiene nada de espontánea, puesto que era un encargo para la revista Life, y una de sus fotografías más odiadas.





“Hay días en los que el simple acto de mirar parece ser la verdadera felicidad”. R. Doisneau



Encuentra, encuadra y dispara a contracorriente, buscando en el mundo real ese otro universo que él quería ver. Y lo logra, ¡vaya si lo logra!... No sólo lo encuentra sino que, además, lo comparte con quien desee disfrutarlo. Eso es el arte y es maravilloso.
 

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