miércoles, 13 de agosto de 2014

El museo de la nostalgia


Hace algunos días, apareció en la contraportada de El País un artículo que me hubiera encantado escribir. Mitad crónica, mitad entrevista, la pieza describe el Museo Mecánico, una joyita escondida en uno de los muelles de San Francisco. Situado cerca de otro museo mecánico menos simpático -un submarino de la Segunda Guerra Mundial-, pasa desapercibido si no tienes ojo avizor.

En nuestra visita a la ciudad, allá por octubre de 2012, lo disfrutamos como niños. A pura sorpresa. 



El artículo en cuestión cuenta la historia humana que hay detrás, con el estilo "storytelling" tan en boga hoy. Merece la pena:


Dan ganas de visitarlo otra vez y de saber más sobre él, así que nos vamos a San Google a buscar más madera y encontramos la "página oficial" del museo, que le va como anillo al dedo:


 No puede ser más naif!!

En fin, que como me quedé con las ganas de escribir el artículo, al menos voy a publicar las fotos en un post. Que ustedes disfruten de este viaje al museo de la nostalgia.


Laughing Sally, esta estupenda señora te da la bienvenida, nada más entrar, con unas carcajadas dantescas. Al parecer, la utilizaban en las fiestas de los pueblos para asustar a los niños...


Por cincuenta centavos de dólar, Grandmother te echa las cartas y te predice la fortuna de hoy para mañana.


Es un museo muy educativo. Te explica, por poco dinero, la diferencia entre las ejecuciones de reos en Inglaterra y en Francia. En vivo y en directo.


Los ingleses colgaban, los franceses - ya se sabe - guillotinaban. Es la idiosincracia de los pueblos, que se nota en todo, de más está decirlo.


Capítulo aparte merecen los autómatas. Los hay que bailan...


... que cantan...


 ... y que ejecutan sus bellos instrumentos. ¡Verdadero deleite para oídos acostumbrados a la buena música! En fin...



Nos vamos. No si antes hacer un "selfie" quijotesco, a juego con el entorno.


Echamos los centimillos que nos quedan en la rueda de la fortuna, hecha de mondadientes, para que gire la noria del destino y nos conceda el deseo de subirnos al carro de la imaginación, fantaseando con infancias anteriores. Sonrisa pegada al cristal y ojos húmedos de aguas marinas, Pier 39 y Gran Bahía. Prometemos volver, para cumplir el oráculo de Grandmother.

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