jueves, 19 de junio de 2014

El rey que tenía un agujero en el calcetín...




¡Buenos días, navegantes!
Hoy me parece un día perfecto
para contaros un cuento de reyes.
Había una vez en un país no muy lejano,
 un rey con un agujero en el calcetín,
y no sé si alguno de vosotros alguna vez ha sufrido
esta escasez de tela en dicha prenda,
pero os aseguro que es incomodísima.
Por eso el rey viajaba por todas partes buscando ese agujero,
ese trocito de tela que no le dejaba caminar y estar a gusto.
Fue al Norte, y allí hacía tanto frío que el dedo del pie se le congeló.
Fue al Sur, y allí, cuando pisaba las dunas del desierto
con su dedo desnudo, se quemaba.
También viajo hacia al Este pero cuando salía el sol veía
con tanta claridad su agujero que se ponía malo. 
Entonces pensó en buscarlo en el Oeste,
pero cuando se sentaba a disfrutar de la puesta del sol,
su dedo desnudo se interponía
en el horizonte y le recordaba su calamidad.
El rey, muy disgustado, se encerró en su castillo.
Estaba tan malhumorado, tan desesperado,
que no quería que nadie le viese, y sobre todo no quería
que nadie viese el gran agujero de su calcetín.
Una noche, de esas en las que uno no puede soñar nada agradable,
se levantó y se dirigió a la biblioteca del palacio,
se sentó en el sillón de leer
y cogió un libro muy, muy gordo de cuentos.
Un libro que le había acompañado toda su vida,
que ya su madre le leía cuando él era muy chiquitín.
Pensar en su madre le daba mucha tranquilidad,
le ponía contento, así que pensó que leer uno de los cuentos
 le haría volver a conciliar el sueño.
Abrió el libro y leyó, y no os vais a creer qué ocurrió...
¡El rey encontró su agujero entre esas páginas!
 Cuando comenzó a leer uno de los cuentos,
empezó a sentirse tan feliz, se reía tanto, disfrutaba tanto
que de repente se abrió una puertecita.
¡Sí, entre la primera y la penúltima línea
de la página que leía se abrió una puertecita!
Y nuestro rey, sin pensárselo dos veces, decidió entrar por ella...
A la mañana siguiente, cuando su ayudante
fue a llevar el desayuno a su majestad no le vio,
 pero observó que su corona descansaba en el sillón de lectura
 junto a una nota que decía:
"Queridos habitantes de un país no muy lejano,
he decidido quedarme a vivir en este cuento,
creo que es donde mejor me encuentro.
Por fin he encontrado el agujero que no me dejaba vivir tranquilo.
Os deseo lo mejor porque sé que sois fuertes y valerosos"
El ayudante de su majestad sonrió y se fue a recoger rosas del jardín.
Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
¡Feliz día, navegantes!


Fuente: http://monicarretero.blogspot.com.es/2014/06/el-rey-que-tenia-un-agujero-en-el.html

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