jueves, 5 de diciembre de 2013

Minotauro









 
Cada vez que lo miro su cabeza se agiganta. No le temo, mientras se mantenga alejado. Me pregunto si continuará creciendo hasta el infinito. Observándolo fijamente, adivino sus oscilaciones, sus latidos, sus ahogados gritos.


¿Qué sonido producirá el estallido de su cerebro? ¿Habrá aire o líquido en sus entrañas? ¿Qué rara fuerza moverá la masa inmensa de su cuerpo? ¿Por qué no soy capaz de mirar sus ojos muertos?

No tiene objeto que me esconda. El contacto sobrevendrá de todos modos. A menos que mis pensamientos lo detengan. La carrera del espíritu debe suplantar a la de mis pies descalzos. Dándole la espalda, no reconozco su desmesura. Pero sé que está allí y me espera.


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